martes, 15 de mayo de 2012

Anomia


Hace tres o cuatro días encendí el aparato al comenzar uno de los noticieros que cada hora emite Milenio Televisión, en el momento en que se transmitía la visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana. En el preciso instante en que comenzaba a concentrar mi atención en el asunto, escuché que un alumno preguntaba o afirmaba algo acerca de lo que llamó “anomia”. Y tuve la impresión de que su intervención quedó en el aire, pues observé que Peña Nieto parecía no darse por enterado o que  el interlocutor no esperaba respuesta. Nadie pareció darse por aludido. Y las cosas siguieron adelante como si nada hubiera ocurrido.

Yo registré la palabreja en la memoria y me pregunté sobre su significado. El tiempo que de estudiante dediqué al estudio del Griego clásico y el que dediqué a enseñar Etimologías, me facilitaron encontrar rápidamente el sentido: α (sin), νόμος (ley, norma, regla). Después supe que, durante el evento, Peña Nieto había dejado sin respuesta la pregunta de un estudiante, porque no entendió una palabra. Y aunque en ninguna parte encontré cuál había sido la pregunta, me imaginé que habría sido alguna en que dicha palabra iba incluída.

Hoy quiero externar la reflexión que me he hecho sobre el rico y profundo significado que “anomia” tiene en el campo de las ciencias sociales; ya sea que se use como referencia a una carencia, a un conjunto específico de ellas, o a la totalidad de cuantas pueden causar una grave situación de degradación de la especie por la falta de normatividad en las conductas y en el campo de los valores.

El tema viene muy a cuento con la situación que México está viviendo en este período electoral de tanta confusión rivalidad, odios y hasta violencia.

Como sociedad, vivimos cautivos de una colección de anomias: falta de leyes que regulen inteligentemente la convivencia; falta de procedimientos o protocolos para prevenir errores en la interpretación y aplicación de las mismas; pero, sobre todo, falta de valores éticos que garanticen el respeto a los derechos humanos: a la vida y a la propiedad, igualdad para todos, transparencia, ausencia de impunidad, libertad…

Esa es la gran asignatura que los mexicanos tenemos pendiente, sobre todo después de los años de la dictadura priísta que nos malacostumbró a vivir sometidos, a recibir dádivas y ansiar el circo de la televisión, a ceder la libertad de elegir gobernantes, a callar para no perder, a obedecer como esclavos. Nuestra gran anomia es nuestra enorme falta de educación como seres humanos.

Toda campaña electoral para sacar adelante la democracia será tiempo perdido y terminará en el fracaso, si no se realiza esfuerzos suficientes para superar la anomia moral, esa anemia que nos puede postrar sin más esperanza que la muerte.

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