Tal como
irónicamente Josefina lo dijera, sólo faltaba que Enrique Peña Nieto se
deslindara de sí mismo.
El
licenciado en cinismo se graduó de doctor, en un salto circense, delante de la
gran asamblea de los priístas reunidos para enfrentar la crisis provocada por
el caso Yarrington. Luciendo ante las cámaras su maquillada y sonriente cara
hecha para la televisión, convocó al nacimiento del nuevo PRI, el suyo, el del
siglo XXI, en el cual no tienen cabida la corrupción ni la impunidad, porque él
mismo buscará nuevas formas de cumplir con lo que de él espera la ciudadanía.
La
complicidad de la televisora con el naciente Caudillo quedó patente en la “ingenua”
naturalidad con que difundió el grotesco espectáculo.Confío en que los ”131”, los “132”, los viejos como yo y los miles de hombres y mujeres pensantes y libres, que los hay en este país más que en la chusma comprada, se hayan burlado de la triste mascarada.
No queremos
más caudillos. Mucho menos un payaso.
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