viernes, 1 de junio de 2012

La mentira -no la verdad- divide, destruye y mata.


Cualquier mexicano pensante y bien informado sabe bien que la mentira ha causado división, injusticia, corrupción, muerte e impunidad en las sociedades humanas; y está detrás de viejos sufrimientos del pueblo.
Por ello, ante las varias propuestas políticas de los partidos, en tiempos electorales, ese ciudadano de despierta inteligencia presta atención al contenido de las mismas para verificar su viabilidad, su conveniencia para el bien común y el cómo de su ejecución para asegurar éste. Pero más que las propuestas, analiza la veracidad, la honestidad, y por consiguiente la confiabilidad de los candidatos que se ofrecen para ejecutarlas. Es claro que, en la balanza de las comparaciones,  la confiabilidad tiene muy superior peso que las propuestas en sí; más aún, si no hay confiabilidad, se juzga arriesgado e irresponsable dar el voto fijándose sólo en las promesas.

En nuestro medio es observable cómo a menudo, candidatos de negros o dudosos antecedentes personales o de partido, enfatizan su preocupación por la unión de los mexicanos y por el amor que debe hermanarlos. Tal insistencia en proclamarla a diestra y siniestra, es un signo que genera desconfianza. Ha sido conducta característica del defraudador y del cacique.
Desenmascarar defraudadores y caciques es un deber cívico. Es ejercicio de la verdad que ni divide, ni destruye ni mata.

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