¿Qué temores
oculta Peña Nieto detrás de su declaración de que “No reinstaurará al viejo
PRI”, de aceptar públicamente los votos que le ofrece el renegado Manuel Espino y
de verse exhibido como dudoso simple viajero -¿negociador del narco o apenas
“burro” de droga o de dinero?- en los excesivos (167) vuelos de ida y vuelta
entre México, Miami y anexas, nada más en los dos años anteriores a su candidatura? ¿Es
de verdad señor absoluto del PRI, para sentirse a salvo de exclusiones y
atentados? ¿Teme perder las elecciones o
algo más importante?
Desde el
principio de su campaña se oía truenos lejanos y se veía nubes de tempestad. Desatendiendo negros augurios, sus patrocinadores hicieron muy malos cálculos y están
resultando pésimos profetas. No basta montar a todo lujo una telenovela y
meterla por los ojos a los mexicanos. El supuesto de los productores amenaza ser falso: los
mexicanos –los viejos y los jóvenes, las
mujeres y los hombres- no son los tontos que la gran comisión de dinosaurios ha
venido pensando.
Al tiempo.
Unas cuantas semanas.
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